Cartel de la película 'Bajo el fuego' |
Bajo el fuego es una de las películas norteamericanas más comprometidas de los años ochenta. Por una parte, supone una atrevida denuncia de la intervención estadounidense en las dictaduras de América Latina; por otra, plantea el dilema del grado de compromiso de los informadores de la prensa internacional con la «causa más justa».
Hay numerosos textos que opinan tanto que el periodista debe tomar partido como lo contrario. No obstante, cuando alguien pone el ojo en una cámara, acude a un lugar determinado del mundo a realizar un reportaje, o escribe algo, ya está poniendo su mirada, contaminada en la mayoría de los casos, sobre una situación, conflicto o problema.
El mito de la objetividad periodística se basa en dos premisas falsas. La primera es que el periodista no está contaminado con nada y que puede trasmitir la realidad tal y como es, sin ninguna clase de distorsión. Para empezar, quien busca la noticia o la fotografía, ya tiene una intención previa, solamente con el hecho de participar en aquello. No existe la noticia sin que alguien intervenga para contarla. Si es un fotógrafo, el encuadre es un hecho subjetivo sobre una parcela minúscula de la realidad. La segunda premisa falsa es que el periodista no ideología ni punto de vista propio para abordar la información. La observación de la realidad se hace siempre desde el conocimiento, en el que influyen las historias y vivencias personales del que aborda el suceso.
Historieta de Mafalda que trata sobre la objetividad del periodismo |
Si a esto añadimos que muchos periodistas trabajan «a sueldo» de las grandes empresas de la información, con intereses muy claros y personales, aunque el periodista tenga su propia visión, siempre hay quien en la redacción le hará los cambios oportunos, le dará otros puntos de vista o redactará los titulares apropiados para que la noticia parezca otra cosa.
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